Una estafa virtual, una donación, y el enorme agradecimiento de este Hospital

Es junio, pasada la medianoche de un sábado, Tamara espera en Parque Industrial a la persona que le encargó 17 pizzas y 4 docenas de empanadas para un evento. Fue una jornada agotadora de trabajo que -por suerte- culminaba con un pedido extraordinario que la ayudaría a pagar la cuota de un terreno. Pero el cliente nunca llegó. Tamara y su familia habían sido estafados de forma virtual a través de la aplicación Mercado Pago.

Sin conocer todavía el alcance de la estafa, enojada y angustiada, de regreso a su casa en el barrio Gregorio Alvarez y acompañada por su madre, Claudia, decidió ir al Hospital Heller y donar las pizzas y empanadas a los trabajadores y trabajadoras de la salud, pacientes y familiares que estaban esa madrugada. Eran más de las 3 am.

El gesto de Tamara Montivero se viralizó inmediatamente. En menos de 24 horas, conocidos y desconocidos habían transferido dinero a la cuenta hackeada de la billetera virtual. El domingo a la tarde, abrazadas y entre lágrimas, Tamara y su mamá entendieron realmente la gravedad de la estafa. No habían sido sólo las pizzas y empanadas.

"El domingo mi mamá me dice que cuando la doctora del hospital viralizó el video, en la mañana la gente empezó a donar dinero como para reconocer el gesto, pero el dinero nunca entró porque nos habían robado la cuenta de Mercado Pago", explicó. "Nos hackeó la cuenta en una de las supuestas transacciones y se quedó con el dinero que los vecinos amablemente depositaron, incluso me inhabilitó el teléfono. La estafa fue mucho más allá de las pizzas", reconoce Claudia.

Joven y emprendedora

Tamara tiene 28 años, es mamá de un nene de 8, y trabaja en gastronomía desde los 20. Es joven, pero su tesón, sus conocimientos y la necesidad económica, la empujó -en los inicios de la pandemia- a montar un emprendimiento que hoy es la vía de ingresos de toda la familia: "Es Tami Pizzas".

Hamburpizza, empanadas y pizzas es la carta que Tamara ofrece en su cuenta de Instagram (@estami.pizza), o por WhatsApp al 2995233424. Muchas veces -explica- le hacen pedidos "grandes" para eventos o fiestas, por eso no le resultó extraño que Gustavo -así se llamaba el estafador- les solicitara tantas pizzas y empanadas un sábado a última hora. Lo que siguió después fue una horrible y angustiante sorpresa.

"Miraba todas las cajas en el auto… ¿por qué hacer tanto daño?", dice y se nubla Tamara. "Esa noche, después que dejamos la mercadería en el hospital, no dormimos. A la tarde nos abrazamos y lloramos con mi mamá como cinco horas seguidas. Estábamos desechas. Era volver a endeudarme".

Después llegaron los medios de comunicación, las palabras de aliento de los vecinos, la visita de un funcionario de gobierno, y hasta el abrazo virtual de personas de todo el país y otras partes del mundo. "Me escribió gente de España, de Estados Unidos, de México, Canadá, Perú, Chile, Bolivia", relata la joven, y remata con fuerza: "pero nunca hubo una respuesta de Mercado Pago".

Tamara hace hincapié en la estafa virtual, y coloca en segundo plano la donación de las pizzas al hospital. Remarca que eso fue una consecuencia. En medio del boom del pago electrónico, enfatiza: "Yo no quiero que le pase a otra persona porque Mercado Pago no hizo nada".

La joven y su madre presentaron la denuncia en la Comisaría 21 y en Delitos Económicos de la provincia. "El número arrancaba con 011 (característica de Buenos Aires), nos dijeron que podían ser los presos que llaman desde la cárcel", explica con la impotencia de quien sufre una estafa virtual y no encuentra respuesta. "Quedó en la nada".

A pesar de todo Tamara y su familia no se desalentaron. Además, el hecho de que lo sucedido se haya hecho público empujo la demanda, y ayudó también a recuperar el negocio. Aunque es consciente de sus limitaciones para dar respuesta, acorde a sus capacidades de infraestructura y mano de obra. "Necesito un horno más grande", remata y sonríe mientras chequea su teléfono.

La estafa virtual que vivió Tamara la zamarreó muchísimo, pero no bloqueó para nada el entusiasmo que pone cada día en su emprendimiento. Al contrario. Sueña con tener una pizzería, estudiar para chef, poder comprar un horno más grande. "Seguimos con la misma energía", sostiene. "Vivimos de esto y la vamos a seguir apechugando", remata su mamá.

De esa mala experiencia les quedó el estar más alertas. Les quedó, ese oleaje de palabras de aliento y el apoyo de tantísimas personas, conocidas y desconocidas. Les quedó, también, la certeza de que una buena acción es una microresistencia ante la adversidad.